domingo, 1 de mayo de 2011

LA VERGÜENZA DE LOS VARONES


Entre los varones es muy común oír que se llamen entre sí con apodos de origen, más o menos, “pseudo afectivo”; “hermano”, “loco”, etc. O diminutivos de sus nombres; “Dani”,”Emi”, “Mati”, etc. Pero es extremadamente raro oírlos decirse alguna palabra realmente afectiva, entre estas un “te quiero”. La cuestión es ¿por qué?

¿Acaso decirle “te quiero” a un amigo los hace menos hombres?, ¿se les caerá la lengua por hacerlo?, ¿les da vergüenza lo que opinen o digan otros?
Claro que cuando se trata de la relación pareja, la palabra florece, nacen poetas, se escriben dramas, se hacen promesas, se dedican canciones, y se extinguen masivamente especies de peluches, la industria chocolatera aumenta sus ingresos, hectáreas de bosques desaparecen por la exigencia del mercado de tarjetas, etc.
Si tan sólo se pudiera tratar a un amigo así… el hecho de demostrar algún, tipo de afecto, aunque sea en el mínimo cotidiano, nos acerca más, mantiene la estructura de muchas relaciones humanas. Un simple abrazo, una palmada, invitar un café, un trago o lo que sea.

No debemos temer al público; nuestro “pánico escénico”, que nos impide ser más cercanos debería ser erradicado (o al menos reprimido).

Oí decir una vez que “los amigos son la forma en la que Dios se ‘disculpa’ por la familia”, de ser esto cierto, ¿por qué no aprovecharlo?, no digo que uno deba conformarse con el premio de consuelo (sin ofender a nadie), pero no conozco ningún caso en el que ese premio haya sido rechazado.

Por último, ríen nuestras alegrías, lloran nuestras tristezas, se indignan con nuestras injusticias, esconden nuestros secretos y comparten nuestras borracheras y, a veces, resacas; un simple “te quiero” no es gran cosa… ES LO MÍNIMO QUE SE PUEDE HACER.

domingo, 26 de septiembre de 2010

Incoherencias Actitudinales

¿Qué es mejor: el triunfo propio, o la desgracia ajena? Esa es una de las incógnitas más antiguas de la humanidad-y si no lo es, debería- la causa de esto nunca es clara, pero surgen algunas teorías:
-No es lo mismo decir que gano uno, a que
perdieron veinte –el impacto de la diferencia numérica es claro-
-El ver a otro triste, por lo general, nos sube el ánimo al decir “que bueno que no soy él/ella”. Ahora imagínense a uno viendo a otros 20 tristes.
-Algo natural en el ser humano es la risa ante las desgracias de los demás (llámese caída, golpe, resbalón, etc), entonces por qué no habríamos de sentirnos bien con que otro pierda.

Pero a pesar de la lógica de estas teorías, nunca se logra entender el por qué de esta situación, ni mucho menos el de otras similares; es el caso de aquellas persona las cuales “no” se enamoran de alguien, “no” se sienten atraídas por ese alguien y “nunca” lo mirarían, sin embargo cuando descubren que este alguien está de novio, desean cometer un homicidio en masa, porque nunca se animaron a decirle nada, ni acercarse o responderle, siendo que en un principio el joven quiso entablar una relación (de algún tipo) con ellas. Según los psicólogos los vínculos afectivos son el motor que impulsa nuestra conducta, de ser así, ¿por qué se pone en reversa cuando alguien se interesa por nosotros?, ante esto se han escuchado muchas excusas, tales como “no me interesa, ya no importa”, “quiero disfrutar la vida antes de estar en pareja”, “si no me gusta, es él/ella quien gusta de mí”.

Jamás lograremos entender la lógica de la condición humana, si es que existe alguna lógica en ella, pero no todo está perdido, para “equilibrar el universo” existen personas capaces de que su conducta la lleva hacia delante, a estrellarse contra los demás y contra una nueva etapa en la vida, después de todo una de las incoherencias más interesantes que hemos descubierto es: “queremos a los demás por virtudes, pero los amamos por sus defectos”. Po lo general la forma más simple de expresarlo es el dicho “los que se pelean se aman”, sino “del odio al amor hay un solo paso (y viceversa)”.

viernes, 2 de julio de 2010

TRISTE REALIDAD DEL PAÍS QUE TENEMOS

El lunes, 28 de junio de 2010 me llegó un correo de una gran amiga, con el siguiente mensaje:

Reportaje a un argentino... diferente
La verdad que esto merece ser difundido y meditado...


Hola, permítanme presentarme... soy un negro habitante del conurbano bonaerense, aunque bien podría estar viviendo en alguna de las villas de la Capital Federal. Esa cuestión no importa. Le pedí la pluma prestada al escribiente, dado que soy bastante bruto para escribir porque no me eduqué bien y tampoco me interesó demasiado hacerlo y por supuesto, no lo pienso hacer.

No he cumplido muchos años de vida pero ya tengo 5 pendejos, por los cuales, gracias a usted, cobro $ 900 en concepto de Asignación Universal por hijo.
A eso hay que sumarle mis $ 1.000 por un Plan Argentina Trabaja, más los $ 150 de mi señora por un Plan Trabajar que se multiplica dado que vivo con mis suegros que tienen otros 2 Planes iguales. Lo que suma en total un importe de $ 2.350 por mi hogar.
Todo eso me viene absolutamente gratis, ya que ninguno trabaja, y lo cobro alegremente en los cajeros.

¿La casa...? Me la regalaron o la tomé, da igual. A eso hay que sumarle alguna changuita que me hago cuando el puntero peronista me convoca y voy a vociferar a la vía pública la marcha peronista en apoyo a Cristina, blandiendo un palo o un fierro amenazadoramente. Muchas veces nos tapamos la cara con pañuelos o pasamontañas, y eso nos hace sentir más fuertes y seguros.

Desde ya que de trabajar, nada. No trabajo. ¿Para qué si con lo mencionado me alcanza y me sobra...?
No pago ningún impuesto, me subsidian la electricidad y el gas, me dan bolsones de comida, calzo zapatillas Adidas de $ 800, veo Direct TV o estoy enganchado de Cablevisión y mi celular es de última generación. Eso me da mucho tiempo de ocio que aprovecho para ir a hacer estragos a la cancha, romperle la cabeza a un antagonista o a un policía (¡¡¡ Cómo odio a estos últimos...!!!), embriagarme, y mostrar mis ostentosos tatuajes.
Me gusta romper los trenes, las plazas, las bolsas de basura y hacer pintadas en algún edificio público. El concepto de espacio público no forma parte de mi acervo.

En la heladera tengo un amplio surtido de vinos y cervezas. En una cajita guardo el paco y la merca.
De mi pared cuelga un póster del Che Guevara. No sé muy bien quién es ni lo que hizo este barbudo pero yo lo admiro porque me siento parte y protagonista de algo.
De la alimentación de mis vástagos, se ocupa la escuela pública y si alguna maestra se atreve a querer disciplinarlo, allí estaré yo para pegarle una trompada.... ¿quién se cree que es...?
A veces los llevo a las marchas para que vayan absorbiendo la cultura piquetera y los uso como escudos humanos si los ratis se ponen pesados.

Mi vida transcurre entre cogidas(en arg.es follar) con mi jermu(mujer al reves), alguna compañera de las marchas, o cualquier puta de Constitución.
Debo confesar que a veces también miro a mis hijas con ojos libidinosos. ¡ Eh... ! No me juzgue, porque al fin y al cabo son mías. Yo soy su padre.

A veces me pega mal la merca y salgo a hacer “algún hecho”... entiéndase, a afanar. Prefiero como víctimas los pendejos que salen de la escuela o los jubilados, porque esos no saben defenderse. Es fácil.

Si se me da por trabajar, lo hago sólo por unos días y nunca trabajo los lunes. Es San Perón. El tema es que no puedo trabajar en blanco porque pierdo los planes sociales y eso es mala palabra para mí.

Las jodas comienzan los viernes, sacó mis potentes bafles, hago sonar pibes Chorros” o “El Polaco” y comienzo a intoxicarme.
Asado todos los fines de semana y dada la resaca, los lunes duermo hasta tarde.
Si existe algo que me perjudica o no me gusta, salgo con los compañeros a cortar calles, vías y siempre tengo un arsenal de piedras para repartir a quien le moleste.
Me río de los imbéciles que trabajan y pagan sus impuestos porque gracias a ellos yo puedo seguir adelante con mi cómoda vida.

El Estado me garantiza libertad de acción y si caigo a la Tumba (prisión) por algún motivo, sé que las benignas leyes y los derechos humanos, me amparan.
Este sistema es un paraíso para mí y siempre los peronistas tendrán mi voto. Y como cada día somos mas, gracias a que no hacemos otra cosa que “darle” a las negras, los peronistas seguirán gobernando. Y si por casualidad llegaran a caer, me encargaré por todos los medios de sostenerlos en el poder.

No tengo mucho mas que ampliar. Se acerca el fin de semana y ni hablar, se acerca el mundial...!!!

Sacaré a relucir mi camiseta de $ 400 y la bandera argentina. Jua...! Si el creador de la bandera supiera que todo su trabajo, tesón y renunciamiento sólo sirvieron para que yo existiera, se volvería a morir.

¡ Qué me importa...! Además ese Belgrano(Gral.argentino creador de la bandera) (creo que así se llamaba), era rubio y tenía ojos azules. ¡¡¡ Qué asco...!!!

Me importa lo mismo que me importas vos. Ni hablar si sos blanco. Si sos blanco, te odio más. Por eso, cada vez que me mires de soslayo y arrugues la nariz, cada vez que una negra embarazada esté a punto de parir, cada vez que te corten una calle o una vía, o te rompan la vereda, te ensucien, te pinten la casa, no te dejen dormir con la música, te afanen, te pisen, te escupan, tenés que recordar que yo existo gracias a vos y a tus impuestos...

¡¡¡ BLANCO DE MIERDA...!!!

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Vote bien o seguimos con esta enfermedad!

jueves, 1 de julio de 2010

Supuestas Cátedras


Situación tipo, “problema común”, y el típico idiota en reemplazo del habitual consejero (sea cual sea la razón).
Muy bien, comenzó la clase, y el profesor es nada más, y nada menos, que “ese”, aquella persona, no molesta, pero si seudo sabia, o más bien anti-sabia, que cree saber todas las respuestas.
Aquí comienza la lección:
1-Yo siempre estoy bien, y vos mal.
2-No me discutas, que tengo la razón.
3-¿Vos te pensás, que eso te va a servir?
4-No opines y espérate a que termine de hablar.
Estos son algunos ejemplos de las lecciones habituales de “ese”, a quien llamaremos de ahora en adelante “pánfilo”.
Y no es de sorprender que nuestro pánfilo, siempre tenga los mil y un recursos, para expresar su opinión, como único método para la resolución de problemas. Llámese hipocresía, soberbia o estupidez, etc, pero siempre existe la intención de decir lo que sea.
Y eso no es lo peor de todo, sino que en esas “clases magistrales” acerca de “las complicaciones existenciales ajenas”, el pánfilo no tiene mejor idea que dejar “segundos eternos” entre frase y frase, como si esperara que sus oyentes tomaran apunte de todo lo que dice.
Cierto es que un consejero, también, muchas veces hace alarde de su “infinito conocimiento” acerca de cada situación, pero lo más probable es que derive a la pobre víctima a alguien que sepa más, como un adulto o un profesional (psicólogo con título), y lo más probable es que después de un tiempo este derive al paciente, a un psiquiatra, de ahí a un manicomio, del manicomio a la morgue y de allí al suelo, donde uno deriva en compuestos más simples, gracias a un proceso conocido comúnmente como descomposición.
En fin ya se demostró que los consejeros no tienen todas las respuestas, es más incluso ellos lo saben, pero por otro lado los pánfilos no se dan cuenta de ello, y recitan con toda fluidez el torrente de ideas, ideologías, leyes naturales, antinaturales, aporías y dogmas.
Y a pesar de todo esto, de que nuestra mente clame “Señor dame paciencia... ¡Porque si me das fuerza, lo estampo contra la pared!”, uno no puede evitar el escucharlo, sea por respeto, paciencia, comprensión, vergüenza ajena, o lo que sea. Lo más factible sea que uno lo hace para poder decirle: Sí, sí... lo que vos digas, con tal de que cierre la boca unos cinco minutos.
Acto bastante difícil de lograr, amenos que; uno logre llenar la cavidad bucal con objetos contundentes y así disminuir el flujo verbal, cosa que no recomiendo por ser ilegal la censura de opiniones, o satisfaga el ego del pánfilo alabándolo hasta el cansancio, propio obviamente porque nunca se ha visto que otra persona se canse de ello, pero este método tampoco es muy efectivo ya que el pánfilo piensa que esas alabanzas son porque a sus “alumnos” les gusta cómo enseña, lo que provoca un círculo vicioso, denominado en estos casos como “ciclo pánfilo”.
Pero siempre sabemos que por estupideces que digan, los pánfilos, no son malos.

El Consejero Abandonado


Un día cualquiera, de esos en los que no tengo ninguna tarea para hacer ni lugar al que deba ir, y estando siempre a punto de hacer algo, sea cual sea ese “algo”, a los cinco minutos suena mi celular o llaman a mi puerta, y yo más por educación y costumbre, que por ganas, atiendo los llamados.
“¿Quién será?” pregunta mi mente sarcásticamente, como si la respuesta fuera desconocida. Al atender, ahí está “la víctima del día”, esa típica persona, amiga de uno, que viene a plantear un problema que, para esta, parece no tener solución. Y es aquí donde uno se pregunta “¿Tan grave es el problema?”, claro que ese tipo de planteos es mejor dejárselos para uno mismo, ya que al pronunciar esas cinco palabras, de todas las reconocidas por la Real Academia de la Lengua Española, en ese exacto orden –nunca he probado hacerlo en otro-, uno corre el riesgo de que le arrojen lo primero que tengan a mano por la cabeza ,por no decir que viene seguido del clásico “Obvio que es grave, ¿cómo preguntas algo así?”.
Sin embargo uno cede y pregunta qué pasó… allí mismo, agárrate como, o de lo que puedas, porque la avalancha de situaciones tipo, problemas de amistad, de identidad, de familia, amores y des amores, relaciones platónicas, abstractas, surrealistas, “comunes”, múltiples, y tan muertas, que más que un consejero necesitan de un forense para analizarlas –creo también que está demás decir que no todo tiene solución cuando se trata con “locos por consecuencia de…”-, y todos aquellos planteamientos de los cuales nuestro querido Sigmund Freud se haría un festín psicoanalítico.
Pero a todo esto, es a lo que nos enfrentamos aquellos que llevamos, a cuestas, la carátula de “psicólogos sin título”, “pañuelos super absorbentes”, “bases de piedra”, y todas aquellas terminologías que nos colocan, recalcan, catalogan e incluso recriminan, sin nosotros haber pedido que nos llamasen así, siendo la peor de todas estas el “que suerte que a vos no te pasó” ¿Pero por qué suerte?, ¿no se supone; que es mejor amar y perder que nunca haber amado, que la experiencia y los errores nos ayudan a crecer, que el sufrimiento es parte de la vida, etcétera, etcétera?, y así la lista de planteamiento de “¿por qué suerte?” sigue. Paralela y paradójicamente, es nuestro deber como amigos solidarios, evitar que sus mundos seudo-colapsen después de la crisis, escasez de recursos y/o golpe de estado que estén atravesando, cosa nada fácil ya que puede uno terminar siendo arrastrado por el vórtice del bullicio mental ajeno.
Salteando todo esto y una vez llegado a un consenso entre aconsejado y consejero, la primera parte se retira a quién sabe dónde, olvidándose del consejero sin preguntar de vez en cuando “Hola ¿Todavía respirás?”, para no volver hasta que todo falle y las cataratas de sus ojos vuelvan a fluir. Lo que comprueba que todo en la vida cumple un ciclo que se repite, no siempre de la forma original pero se repite.
Pasado un tiempo la situación es al revés, y el “que suerte que a vos no te pasó”, se convierte en un “a mi también me pasa”, es decir; el consejero necesita del aconsejado, y he aquí “la horma en nuestro zapato”, debido que, a pesar de haber vivido todas las situaciones imaginables, las inimaginables, y las no imaginadas aún, el aconsejado no puede, no sabe o no quiere ayudar. La razón: seguirá siendo uno de los misterios del universo conocido -quizás en el desconocido ya se sepa, pero prefiero no explayarme tanto en esos temas-, la excusa más común: el “no sé que decirte”.
No sé si habrá ironía más grande, pero injusticia más grande, difícilmente, y de aquí se deducen cuatro conclusiones:
_Siempre un consejero debe asegurarse de mantener la calma ante su “paciente”, y ayudarlo a mantener su estado mental, o más bien “sostener” su estado mental, para no perder la cordura uno mismo y ser como “el ciego guiando al ciego”.
_En promedio la gente es inútil para reciclar ideas, es decir; tomar el concepto de cualquier consejo y retransmitírselo a otra persona, nunca se sabe, pero en otras condiciones el consejo quizás sea útil.
_Los que damos consejos estamos destinados a servir a los demás, cual Jesús de Nazaret en el lavatorio de pies, y a quienes aconsejamos a “lavarse las manos”, cual Poncio Pilato.
_Y por último, siendo uno consejero, se debe tener la certeza, y jamás llevarse por sorpresa, el hecho de que, si se llega atener un problema de aquellos en avalancha, no hay ser humano, amigo nuestro, capaz de ayudarnos.
Todo esto se podría reducir a una sola frase, que engloba todo lo anterior: el consejero queda abandonado.